Subanalidades

Tonterías varias que haya que compartir con la comunidad subanal

Discípulas de Inés. La película

18 de febrero de 2010

Esta curiosa y divertida historieta con final feliz o infeliz (allá cada uno con su criterio) me sucedió hace unos meses, pero hasta hoy no me he sentido con ganas para escribirlo. Es justo decir que lo intente en su día, pero no llegué a ninguna parte. El castigo por ello es que hay algunos detalles que no recuerdo.

Una mañana de sábado de hace unos cuantos meses me encontraba sólo en nuestro apartamento. Nuria había salido a hacer unas compras que quedaban pendientes (dejad de pensad que soy un machista y seguid leyendo) mientras yo pasaba el polvo a la casa (¡veis!). Después de acabar con el dormitorio me puse con la estantería del salón. Tras acabar se me ocurrió que desde que vivíamos allí no habíamos limpiado la parte de arriba de la misma. Así que, una vez alcanzada la cima, me dispuse a limpiar, cuando mi vista se posó sobre dos objetos desconocidos que allí yacían, un recambio de la lámpara fluorescente y un DVD…Un DVD!?! Coño!! Mejor dicho…Culo!! Una moza rubia en postración anal con cara de “pétame” me miraba desde la portada de una película cuyo título sugerente (pero olvidado) indicaba que las protas eran auténticas discípulas de Inés Puta (Samuelín ya nos contó de lo que era capaz). Y cómo estaba la moza majo (QUIà à à !!). Estábamos de suerte, un fluorescente y una peli (in)decente de gratis. Dos objetos a la par de útiles. Bueeeeeno, sólo faltaba mirar en el interior de la caja para ver si contenía el objeto de deseo… Peeeeero, el regalo se quedó en eso, en un deseo, pues la caja estaba vacía…Pues vaya!!! Qué chasco!!! Y yo que me había hecho ilusiones :-(. Bueno, al menos me queda el fluorescente y las risas que me podría echar con Nuria comentando la jugada… Pues nada, dejé la caja sobre la mesa y acabé de limpiar. Más tarde regresó Nuria, le enseñé la caja y, con cara de “yo flipio”, me preguntó que de donde había salido eso (pero sin reproche alguno, claro). Aún con cara de “yo flipio” escuchó y rió a medida que le contaba la historieta. Y ahí quedó la cosa.

Más tarde pensé en lo que podría implicar el que hubiese una peli (im)púdica ahí escondida. Alguien tendría que haberla puesto ahí (¿mi casero?, ¿los anteriores inquilinos?), y supongo que disfrutaría de ella, sólo/a o en compañía, en las cercanías de la tele. Como consecuencia de este pensamiento tardé un tiempo en mirar al sofá con otros ojos y en evitar cierta repugnancia al sentarme en él.

El caso es que la postrada moza rubia acabó reciclada, la caja en la basura y el fluorescente volvió a su lugar de origen, pero esta vez en solitario.

Una vez contada esta historieta le corresponde a cada uno determinar si el final de la misma fue feliz o infeliz. Yo he disfrutado como un enano rememorando y contándoos ese momento, que recuerdo con mucha simpatía.



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