Viajecillos

Viajes subanales por la geografía

Mi viaje a Moustacheland

21 de junio de 2004

Hola muchachos:

Tras mis críticas a la selección, que reitero y reiteraré, publico el episodio final de mi viajecito. Ya sé que es un poco tedioso, pero por fin se acaba.

......A la mañana siguiente -Domingo- nos levantamos, hicimos las maletas y bajamos a desayunar. Nos volvimos a poner como auténticos cerdos en el desayuno. Nuestro plan de la mañana era ir a un mercado o tienda a conseguir un poco de yogurt griego y queso feta. Fuimos a buscar alguno, pero resultó que ese día era fiesta nacional, y no abrían la mayoría de los comercios. Al final localizamos una terracita donde nos sirvieron un poco de yogur -no pudimos traernos a España un poco porque se estropearía en el camino- que estaba mazo amargo, más o menos como el kéfir, si sabéis lo que es. Hasta que no le pusimos un poco de azúcar no lo pudimos acabar. Además de tomar un poco de yogur nos trajimos un poco de Baklava (hojaldre con miel, etc...), que llegó destrozado a España. El tendero de la terraza, muy amable él, nos indicó dónde podíamos encontrar queso feta, y allí nos fuimos. Tras pagar una pasta por el queso nos fuimos a dar una vuelta por el parlamento a ver el cambio de guardia de la guardia republicana. Estos soldaditos son muy curiosos, visten con falda y mallas blancas con borlas negras y unos zuecos rojos, que arrastran por el suelo a medida que caminan dando patadas. Además llevan unos capirotes rojos con unas borlas muy muy largas que le llegan a la cintura. Y cómo no llevan un fusil reglamentario. Lo hacen todo muy sincronizado, pero la cuestión es ¿Sabrán utilizar el fusil en caso de necesidad? Tras este espectáculo de soldaditos nos fuimos a comer, a McDonalds como no, y tras ello cogimos el autobús y nos marchamos al aeropuerto, que a las cuatro empezaba la facturación y a las cinco y media (Dato a recordar) era el embarque.

Bueno, pues a las tres y media llegamos al aeropuerto. Allí nos enteramos de que el avión iba a hacer escala en Barcelona, lo que suponía llegar más tarde a casa. Miguel se enfadó más que yo, que me la traía floja. A las cinco ya estábamos esperando a embarcar, deseosos de llegar a casa. Total, que llegaron las cinco y media y no abrían las puertas. Las cinco y treinta y cinco, las cinco y cuarenta, las seis menos cuarto y nada, que las puertas no abrían. Empiezaron los nervios. Por fin, a las seis -hora en la que tendríamos que haber despegado- nos subimos al avión. Son las seis y media y que no nos movíamos. Más nervios todavía. Sonó el interfono y nos comunicó el comandante que se había jodido un aparato necesario para la navegación, y que lo habían intentado arreglar, pero se había vuelto a estropear. Así que nos hicieron bajarnos del avión. Miguel se puso histérico, pues al día siguiente tenía dos reuniones muy temprano, y no podía pedir permiso a la empresa llevando en ella tan sólo un mes. A las siete y media todavía seguíamos esperando en tierra. Así que nos acercamos al mostrador de IBERIA -compañía en la que volábamos- a ver que pasaba o iba a pasar. Nos dijeron que lo único que podíamos hacer era esperar, pues ningún avión más volaba hacia España. A las ocho y cuarto empezaba a ganar peso la opción de quedarse en tierra toda la noche en un hotel y volar al día siguiente, lo que desquició a Miguel. Por fin y por fortuna, a las nueve y diez conseguimos embarcar, el problema se había solucionado, otro avión le había prestado el aparato. Miguel ya no estaba desquiciado, pero estaba enfadado por llegar tan tarde. Otra vez la cena fue un poco escasa, pero ya nos encargamos Miguel y yo de pedir mogollón de panecillos de pan para llenarnos, así como una botellita de vino cada uno y un par de cubatas, para justificar el mal momento pasado. Además nos dieron unas cuantas chocolatinas de las que dimos cuenta vorazmente. Por fin, a las 0:30, cuatro horas después de lo previsto, llegamos a España. Miguel, un poco más aliviado, besó el suelo del aeropuerto al bajar de la pasarela, acto del que hay constancia con una foto que no tengo. Una vez cogidas las maletas nos dirigimos hacia la parada de taxis y nos fuimos a casa muy cansados, dando por finalizado este viaje -odisea para Miguel- fugaz.



Comentar este artículo

Comentarios anteriores: