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Viajes subanales por la geografía

Mi viaje a Moustacheland

14 de junio de 2004

Hola subanales!!!
Dado que no sabía qué escribir he decidido contaros las andanzas del subanal intelectual y su amigo Milingo por Atenas. Como es demasiado largo lo publicaré en una serie de episodios que intentaré sacar diariamente a lo largo de unos días. Así que ahí va el primero.

Mi viaje a Moustacheland


Todo empezó tres semanas antes de comenzar el evento a relatar, cuando la mañana de un lunes de Mayo recibí una llamada de mi querido (por vosotros defenestrado) Miguel, preguntándome que qué tenía que hacer el fin de semana del 29 de Mayo, a lo que yo respondí -como es normal en esas épocas- que estudiar, naturalmente. Entonces Miguel envistió con una pregunta muy directa “¿Te vienes a Atenas?”. Yo no puede más que quedarme a cuadros sin saber que decir, ante tal silencio se oyó una sonrisa de complicidad. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue decirle que yo no tenía dinero como para pagarme un viaje, y menos un viaje en avión. Fue en ese momento cuando me soltó que él me pagaría el billete, a lo que yo respondí con otro silencio de perplejidad (Imaginaos, ¿Cómo reaccionaríais vosotros si un amigo os llama y os dice que os paga un billete de avión?). Lo único que pudo salir de mis labios fue “ Pues vale!!”. Unas horas después los billetes estaban comprados y el hotel reservado. Ya sólo quedaba concienciarse y preparar todo lo necesario para el viaje (Documento E-111, planos, etc..). Las semanas antes del viaje pude leer la envidia en los ojos de muchos de los que sabían que me iba a Atenas, pero siempre después de percibir la sorpresa de saber que en medio de los exámenes me piraba así como así, sin ningún reparo. La verdad es que lo comprendo, yo me carcomo de envidia pensando en que la gente que conozco se va de viaje fuera de España, como lo van a hacer ahora Trickens, Durbi & cia.

Por fin llegó el día D -Viernes-. A eso de las cuatro mi hermano nos acercó al aeropuerto, donde facturamos ante una azafata muy maja ella (vamos, que me la tiraba). A las cinco y media embarcamos y a las seis despegamos rumbo a nuestro destino. Desafortunadamente me tocó al lado un individuo que no conocía el término desodorante o colonia. Por fortuna -o desgracia- sufro de sinusitis y en ese momento estaba un poco taponado, y no respiraba casi por la nariz. Gracias a Dios -como dicen los píos- sirvieron pronto el sucedáneo de cena, y el aroma a carne guisada se extendió rápidamente por la cabina, tapando el aroma a humanidad de mi vecino. Este sucedáneo de cena era un poco escaso, pero estaba bueno. Tras este “festín” Miguel se volvió loco y me arrastró a un remolino de alcoholismo, pues nos pedimos dos cubatas de ron cada uno, subiéndose pronto a la cabeza y empezando a hablar más alto de lo debido. Cuando las azafatas empezaron a mirarnos raro, nos sosegamos un poco. Ya por entonces el avión estaba aterrizando. Quedaban escasos minutos para pisar por primera vez “Moustacheland”. Una vez en tierra, lo primero que hice fue llamar a casa para decir que estaba bien e ir corriendo al baño a echar un meo.......

.......Inciso: Ya he escrito dos veces “Moustacheland”, ¿Por qué? os preguntaréis. Ya antes de viajar nos habían puesto en sobre aviso del pequeño problema hormonal que calzaban las griegas, esto es, que el bigote del Chawance a su lado es pura pelusilla. Pues bien, pude comprobar que no se equivocaban, que la mayoría de las tías lo tenían, y no se les veía muy preocupadas por ello, vamos, que ni se lo tiñían ni se lo afeitaban como las españolas que tienen bigotillo. De ahí que lo haya rebautizado como Moustacheland....

De momento esto es todo por hoy, mañana más. Bis Morgen meine Freunde



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