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¿Te gusta competir?

13 de noviembre de 2008

Como si de un eslogan publicitario se tratase, y casualmente habiéndose gestado estas ideas en mi cabeza mientras conducía, presento estas nuevas dudas que me han venido a la mente. El disparador ha sido la asistencia a un taller sobre licitaciones internacionales, y la palabra clave que deriva de allí: competencia.

Como novato total, acabo de entrar en un mundo nuevo para mi, estoy aprendiendo términos, procedimientos, experiencias de un nivel más alto (que no más importante). El nivel de la sexta planta de una empresa donde la séptima es para el “The Boss”, y en la inmediatamente anterior se cuecen los entresijos comerciales y de gestión de proyectos.

Y claro, esto es a pequeña escala, porque (y afortunadamente para mi) se trata de una empresa “familiar”, pero uno al ver cosas nuevas se pregunta cosas nuevas.

Se trata de un mundo de conocimientos conjuntos, contactos, picardías y experiencia. Hay que saber de todo, pero no sólo eso. Además de saber de todo de tu ámbito claro, tienes que tener cientos de habilidades que te harán diferenciarte, véase don de gentes, idioma, conocimientos generales, saber manejar los detalles, y mil cosas más.

Me lleva a pensar que el que es bueno en esto, o tiene dones naturales para asimilar todo lo que necesita en diversos campos, o es como un atleta. Y muchos de estos atletas también hacen “trampas”, con sus dopings particulares, como tomar 10 cafés/día. Y es que no se puede parar en ningún momento y hay que mantener el ritmo.

¿A dónde quiero llegar? A que nosotros, seres humanos, somos la polla en vinagre. Avanzamos y avanzamos y luego seguimos avanzando. Esta dinámica, tanto aplicado a las personas como a las cosas, es muy peligrosa, porque colapsa. Pero claro, no se puede parar porque los demás no van a esperar. Tomaré entonces otro café, que lo necesito.

En este submundo de la competitividad, surgen continuamente ideas, nuevos procedimientos revolucionarios, formas de gestionar esto y aquello. Allí nacen las consultoras que se dedican no ya al objetivo, sino a los subprocedimientos. Sé el mejor haciendo lo tuyo, pero además globalízate, mejora continuamente, aprende estos nuevos métodos de gestión de esto y lo otro, úsalos rápido, que alguien ya está inventando unos nuevos. Aprende, aplica, aprende, aplica, corre, corre…

Todo esto es dejando a parte las inventivas cuyo único objetivo es generar dinero para los bolsillos, que luego repercuten en que se venga abajo el edificio en el que estamos todos dentro.

¿No os parece que el mundo se va acelerando?
¿No gira todo cada vez más rápido?
¿No aparecen y desaparecen en todos los ámbitos cosas continuamente, de una forma más vertiginosa, terminas de asimilar algo y ya estás con otra vuelta de tuerca?
¿Qué le pasa a tu coche, que ya no dura?
¿Qué les pasa a tus conocimientos, que quedan obsoletos?
¿Estamos preparados para adaptarnos a las propias exigencias que nosotros nos imponemos con estas prisas?
¿No avanza todo más deprisa que nuestra capacidad, que nosotros mismos?
¿No nos tocará colapsar a nosotros?

Muchas veces pienso, ¿merece la pena tanto esfuerzo para ser bueno en algo, aporta sentido? Supongo que la respuesta está en encontrar ese algo que haga que el esfuerzo lo merezca. Ser equilibrado, conocer, tener diversas vivencias sin centrarte… El enfoque competitivo que tenemos lo dificulta.

El acelerador de partículas queda en ridículo frente a ese acelerador global de la humanidad, accionado por la evolución. De 0 a 100 en microsegundos. ¿Te gusta competir?


Para la gente que aprecio, y para mi mismo, nos deseo encontrar nuestra competición propia, hecha a nuestra medida. Mientras tanto siga buscando. Si ha resultado premiado disfrute, y si no disfrute también porque como mi padre afirma, la felicidad da sentido a nuestra existencia, y como ahora se me ocurre a mi, el camino es la recompensa.



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